El Corredor Seco Centroamericano (CSC) es una franja árida paralela a la costa Pacífica, que abarcar desde el sur de México hasta el oeste de Costa Rica y partes de Panamá. En dicha zona predomina la agricultura familiar de subsistencia.

 

El Corredor Seco Centroamericano que incluye a El Salvador, Guatemala y Honduras, se ve directamente afectado por una producción de cultivos inferior a la media y por zonas rurales y urbanas con índices de pobreza crónicamente elevados y un escaso acceso a los mercados.

 

Las repercusiones económicas del COVID-19 siguen limitando el acceso a los alimentos de los hogares pobres en toda la región. En ausencia de restricciones, las tasas de empleo y los ingresos de los hogares se están recuperando gradualmente, especialmente en las zonas urbanas, pero siguen estando por debajo de lo normal.

 

El Corredor Seco Centroamericano, en particular Guatemala, Honduras y El Salvador, ha sufrido las graves sequías en los últimos diez años, con más de 3,5 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria.

 

Los pequeños productores y las comunidades rurales siguen siendo los más vulnerables a la sequía, que afecta a sus medios de vida. La reducción de la producción agrícola provoca un riesgo de agotamiento de las reservas de alimentos, disminuyendo la diversidad de la dieta y la ingesta de energía de la población afectada, al tiempo que aumentan los casos de malnutrición en los niños menores de cinco años.

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, conocida como FAO, vigila constantemente el fenómeno de El Niño. Aunque se ha debilitado, sus consecuencias siguen siendo dramáticas para la seguridad alimentaria y la nutrición de las poblaciones vulnerables tras la pérdida de dos cosechas consecutivas.